UN CUENTO DE CINE. Por Marta Zafrilla. Murcia

Érase una vez una escritora que en vez de palabras usaba colores para relatar. En las noches de luna menguante, justo en el límite del azul al rojo de los cuadros de Eva Poyato, nacían príncipes sin reino anhelantes de amores imposibles. Los pájaros, todos con recuerdos felices de infancia, anidaban en el milímetro exacto donde el ojo nunca mira. Sus cantos, coloridos y alados, brotaban en el reverso de los cuadros, justo en el momento en que el espectador se gira para alejarse y cree escuchar una melodía mágica que envuelve ya para siempre el recuerdo de la obra.

 

No contarán el blanco y el negro en sus obras con el significado habitual de la luz y la sombra, ni siquiera del fondo y la silueta; en los lienzos de Eva el negro será el poder narrativo de la letra impresa sobre el techo del sueño, con el vientre pleno de historias únicas veladas para sorprender en el instante más inesperado. Esas historias no serán nunca narradas sino susurradas en cada alianza de colores que se establece en sus cuadros, sugeridas pero siempre sin terminar de inventar, a la espera de que el espectador cierre los ojos y las termine de soñar.

 

Notará cualquiera fácilmente cómo en sus obras la temperatura será siempre distinta a la del entorno del cuadro, las estaciones pierden su calendario brincando el sol sobre el frío y la nieve sobre el arco-iris sin responder a lógica alguna.

 

Por experiencia os diré que la realidad juega a sorprender en la experiencia de sus cuadros y si echáis la caña de pescar en uno de los ríos que brota del pincel de Eva encontraréis nubes, cazaréis ballenas en los precipicios y árboles en sus charcos.

 

Al contrario de otros artistas donde la distancia es exigida, en los detalles regalados por esta poetisa del color el visitante recibirá a la obra y no al revés y deberá rotar como en torno a una escultura, partiendo de la lejanía que lo sugiere todo a la certeza del milímetro, saltando hacia los lados para intentar sorprender a los retratados dialogando entre sí como en un museo sobre el que nunca escribió Cortázar. Necesitará una lupa o la vista de un águila para ser capaz de deslumbrarse con la exactitud de su detalle, pero también imaginación para terminar de responder a la llamada de cada una de las obras de Eva Poyato donde la historia está latente y siempre dispuesta a ser soñada.

 

Espectador, sepa que el aura de sus cuentos mágicos impregnarán sus ojos para siempre, quedando dispuestos para dejarse engatusar por la luz de la felicidad, la sorpresa del futuro y el recuerdo vibrante de los buenos sueños.

 

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