IMAGINARIO Sala El brocense. Cáceres

MADRIGUERA DE SUEÑOS

Conocí a Eva Poyato en un destello de esa luz contenida en su interior.

Era invierno y su estudio se había inundado.

Caí de bruces en su mundo, anticipado por una estrecha escalera, cubierto de cuadros y esculturillas salidas de un sueño que reconocí haber tenido en algún momento de mi vida.

Se amontonaban sobre una enorme madera, que hacía las veces de mesa, y allí estaba todo formando parte de ese recuerdo que había sido también el suyo.

Me sentí como Alicia tras caer por la trampilla.

Ese fue nuestro primer encuentro, lleno de charcos y estanterías deformadas por el agua, mas no sería el último.

En Eva encontré una aliada, una compañera en la guerra de la vida y la creatividad.

Me enseñó que no existían tales batallas sino paisajes que contemplar para hacerlos nuestros. Que cada vivencia y cada dolor era una oportunidad para brillar en nuestra propia oscuridad.

Nuestra amistad surgió como algo inevitable.

El impacto que tuvo en mí evidenció a una gran mujer segura de cada paso suyo que pisaba la tierra. Una mujer con una luz que deslumbraba mi mirada cada vez que veía su destello.

Y, lo importante y bello de todo esto, fue que era un espejo en el que mirarme. Que creyó en mí cuando yo menos lo hacía y que todo lo que yo veía en su reflejo ella lo devolvía hacia mí con más fuerza.

Al mirar sus obras es imposible no relacionarlas con ese mundo interior que la habita.

Divertidas, delicadas, compuestas por una amalgama de materiales dispares y, aún así, coexistiendo en perfecta armonía. Una atrevida locura de madera, arcilla, tela e incluso chinchetas para dotar de vida a un campo de amapolas que nada tiene que ver con el metal.

Ese poder de cambio, ese constante transformar, hace de sus obras algo único y las dota de una increíble personalidad.

Sentirse seguro en sus obras  es algo natural. Hace un hogar en todas ellas para el que las visualiza y siembra el tierno deseo de quedarse a vivir entre sus historias.

Si mi vida fuese un cuento que tuviese algún interés de ser contado, sin duda desearía que ella diera forma a sus mejores momentos, y también a los más complejos, para dotarles así de su mágica y bella perspectiva.

Es imposible no ver tu mano allí donde está presente

fundiéndolo todo en un nuevo corazón.

Bea Martín

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